sábado, 24 de septiembre de 2016

¿Ser o no ser?



Científicos daneses intentan desentrañar de una vez por todas un dilema que ha dividido a la Humanidad: ser o no ser. El gobierno danés, en colaboración con el Reino Unido, ha destinado fondos a la investigación de si es más noble para el alma sufrir los golpes y flechas de la ultrajante Fortuna, o tomar las armas contra un mar de zozobras y haciéndoles frente, acabar con ellas. Desde el punto de vista de los científicos, se puede encontrar una relación ante la eterna cuestión "ser o no ser" con el sueño y la vigilia. El gobierno ha querido tranquilizar a la opinión pública, ante la expectación que se ha generado al conocerse la noticia. Mientras, el Doctor Hamlet, rodeado de un equipo de científicos de alto nivel, promete dar a conocer los resultados de la investigación. Desde todos los ámbitos académicos se ha acogido esta noticia con entusiasmo. 

jueves, 26 de noviembre de 2015

Diario de una teleoperadora (4)



Respiré hondo y me puse en pie; no me importaba nada de lo que ocurría a mi al rededor. Me quité los cascos sin atender a lo que me decía la voz atiplada del otro lado... Ahí se iba a quedar. Ya bastaba de preguntas reiterativas, de diálogos de besugo, de pérdida de tiempo. 

Lancé los cascos contra el ordenador, cogí mi bolso, la bolsa de la comida y me fui, dejando a mis compañeros mirándome boquiabiertos y a mis jefes con la palabra en la boca y solo dije "me voy y no vuelvo". Según me iba alejando por el pasillo, escuché expresiones de estupor y no me importó. Me había pasado la vida portándome bien y estaba harta de ser responsable, de pensar en las consecuencias de todo y de sacrificarme para nada. ¿Tenía sentido pasar los mejores años de mi vida en un trabajo sin futuro? Me había pasado años intentando mejorar en la empresa y son éxito; otros compañeros habían tenido más suerte. Algunos llevaban mucho menos tiempo allí y ya hacían otras funciones más satisfactorias, mientras yo languidecía con los cascos, hablando durante horas, entre un sonido ensordecedor de enjambre de abejas. 

Bajé las escaleras corriendo, riendo, sintiéndome como una niña que sale del colegio y los que se cruzaban conmigo se detenían para mirarme. Detecté algunas miradas de envidia, como la de los pájaros enjaulados que son incapaces de salir volando, a pesar de tener la puerta abierta. Lancé la tarjeta de fichar y salí a la calle y corrí hacia adelante, sin importarme el frío en mi rostro ni la lluvia. Nada me iba a detener en mi huida a la libertad. No pensaba volver a coger ese autobús que tarda veinte minutos en pasar, ni subir la interminable cuesta hasta el metro, entre contenedores desbordados de basura y los coches subidos a las aceras. Todo eso eran meros obstáculos que no volvería a sortear día tras día, ni pensaba volver a coger la línea 5, lenta y abarrotada de gente a cualquier hora. 

Y seguí corriendo, libre y sin importarme nada; no quería detenerme hasta estar bien lejos de allí. Me sentía incansable y como si volara con el viento... Dejé atrás aquel lugar, riendo como una niña que abre un regalo y no me detuve hasta estar bien lejos y cuando ya no podía respirar, me detuve y respiré hondo; sentía que ya nada me detendría a la hora de tomar decisiones, porque había sido timorata demasiado tiempo. Sería valiente, tomaría las riendas de mi vida y no volvería a tener un trabajo tan poco prometedor. Me arriesgaría y sería libre por fin... 

Cuando me desperté, escuché una voz atiplada al otro lado de los cascos; me revolví en el asiento y me froté los ojos. No tenía remedio. Me había quedado dormida por unos segundos en mi sitio. Y pensé en cómo sería irse, sin más. La voz me preguntaba lo de siempre. Lo de siempre... 

martes, 13 de octubre de 2015

Normas estúpidas (Diario de una teleoperadora 3)


-Te he escuchado y no has personalizado tres veces.- 

El hombre, de aspecto moderno, me mira con desaprobación por encima de sus gafas, de color rojo chillón, de un diseñador tan moderno como él. Trago saliva. Efectivamente, no he repetido tres veces el apellido de la última persona con la que acabo de hablar. No me ha dado tiempo a decirlo sin parecer una idiota, pero es evidente que prefieren que parezcamos idiotas, como quiere la compañía Cuquiphone. 

Con gesto amanerado, me entrega un documento en el que me comprometo a personalizar tres veces al cliente. Y tengo que firmarlo... Vale, lo firmo. Y se despide con un suspiro de resignación.

Vuelvo a mi sitio, arrastrando los pies; respiro hondo y me conecto. 

-Cuquiphone buenos días, le atiende A, ¿En que puedo ayudarle? 

-Quiero que me regalen ustedes un móvil o me cambio de compañía. 

- Para que podamos dirigirnos a usted, dígame por favor su nombre.- Bien, ya me preparo para repetir el apellido del cliente hasta la saciedad. Uf. 

-Hector Geodesio López 

-Muy bien, señor López, dígame por favor su teléfono. 

-666111000

-Gracias, señor López, voy a acceder a sus datos- Parezco un robot, maldita sea. 

Tecleo, busco la información. No hay ninguna oferta. Maravilloso, otro cliente que se va a enfadar...  

-Señor López, gracias por la espera. Por lo que veo, no hay ninguna oferta asociada a su línea. 

-¿Cómo? ¡Qué vergüenza! ¡Son ustedes unos ladrones! Me voy a ir a Telecuqui, y seguro que me regalan un móvil. 

-Por favor, señor López, no hace falta que me grite. 

-¡¡¡Yo no estoy gritando!!!

Pffff, pues vale... 

miércoles, 7 de octubre de 2015

Disco rayado (Diario de una teleoperadora 2)





-Señorita ¿Y cómo puedo pedir la tarjeta?

-Debe solicitarla a través de la web. 

-Pero entonces ¿no la puedo pedir en una oficina?

-No, como le indicaba, debe solicitarla a través de la web para que se la envíen a su domicilio. 


Respira hondo, respira hondo... 


-Pero entonces, ¿no la puedo pedir de otra manera? 

Respira hondo, que no te saque de quicio.

-No, no puede solicitarla de otra manera. 

-Y entonces no se puede pedir de ninguna otra forma... 


Por Dios, cuélgame de una vez y no me preguntes lo mismo quince veces, que la respuesta es no. 


-No, la única manera de solicitar la tarjeta es a través de la web. 


A ver si hay suerte y lo deja de una vez. Por favor, por favor... 



jueves, 1 de octubre de 2015

De preguntas y respuestas (Diario de una teleoperadora)





Todo teleoperador sabe que una pregunta simple a un ciudadano/cliente suele implicar una respuesta larga e innecesaria. El ejemplo más claro: 

"¿Me podría decir su código postal?" 

Cuando preguntas por el código postal, es por obligación, creedme. Pero a la empresa/administración pública de turno le encantan las encuestas, saber la procedencia de las llamadas y hacer análisis de si llaman más desde Cuenca o desde Murcia, desde el distrito de Aluche o desde Moratalaz. Luego hacen un análisis sesudo de toda esa información. Y ahí estás tú, preguntando el dichoso código postal a alguien que a veces es una persona borde y que te ha tratado fatal. Por obligación. 

A priori, parece fácil contestar a esa pregunta. No requiere gran imaginación, pero en la práctica, es rara la vez que te responden directamente. 

La respuesta más habitual es "¿cuál, el mío?" y lo que yo pienso en ese momento es "no, el de tu prima". La segunda respuesta más habitual es "¿para qué?". Aquí mis pensamientos van desde la opción "para enviarte a un androide asesino" que es una tentación cuando hablas con un borde, a "para hacer un sorteo de un jamón", más inofensiva. Todo esto queda en un pensamiento, claro. 

Y después de las respuestas más típicas, hay otras que son simplemente delirantes, como lo que yo llamo el círculo vicioso. Esta anécdota me ocurrió hace ya tiempo y ocurrió así: 

-¿Me puede decir su código postal, por favor?
-¿De donde vivo o de donde llamo?
-De donde nos llama.
-De Madrid. 
Silencio expectante... 
-¿Pero me podría decir su código postal...?
-¿De donde vivo o de donde llamo?
- Déjelo. 

Así podríamos haber estado una hora. 


miércoles, 20 de mayo de 2015

Martes



Llegas a casa y cuando abres el buzón, te encuentras una montaña de propaganda electoral. Y te preguntas por qué han tenido que talar tantos árboles, para que acumulemos basura. Cuando tienes tu propia manera de pensar, no te dejas llevar por las promesas vacías de tantos políticos besa-niños achucha-abuelas y salva-patrias pirómanos. Ni unos ni otros. Y entras en Facebook o Twitter y te encuentras más de lo mismo, pero escrito por gente que conoces. Peor aún. "Estos son nuevos, angélicos libres de pecado" o "estos otros tienen experiencia y nos va a ir super bien, como siempre" y ya, rizando el rizo "están desintegrándose, pero hay que confiar en ellos". Y todo eso no me sirve para nada. Es cháchara. Votar a una momia o a un jovencito, o a un candidato que propone volver al circo romano, o a un intelectual alejado del resto de los mortales. Votar o no votar, ese es el dilema... Votar sabiendo que nos van a defraudar, que todo son buenas palabras de cara a la galería y acusaciones terribles entre ellos en los debates electorales. Momias, damas de hierro, desconocidos, más de lo mismo... esto es lo que la política nos trae en este país. ¿Y si emigro a otro planeta?

miércoles, 5 de noviembre de 2014

TÚ Y YO (POEMA)



Besos que soñamos en la distancia;
espero tu llegada
con el corazón abierto
de par en par,
soñando con abrazos diarios...
Un mensaje te trae hasta mí,
convertido en "emoticono",
cada mañana.
Horarios cambiados,
tú la noche y yo el día,
nos repartimos las horas
como nos dejan...
Rostro que añoro;
contemplo tu foto
y tu voz me llega
de lejos,
desgranando cariños,
fantaseando con encuentros
y con un hogar.
Y yo te espero,
y tú vienes a mí,
soñando con quedarte...