jueves, 1 de octubre de 2015

De preguntas y respuestas (Diario de una teleoperadora)





Todo teleoperador sabe que una pregunta simple a un ciudadano/cliente suele implicar una respuesta larga e innecesaria. El ejemplo más claro: 

"¿Me podría decir su código postal?" 

Cuando preguntas por el código postal, es por obligación, creedme. Pero a la empresa/administración pública de turno le encantan las encuestas, saber la procedencia de las llamadas y hacer análisis de si llaman más desde Cuenca o desde Murcia, desde el distrito de Aluche o desde Moratalaz. Luego hacen un análisis sesudo de toda esa información. Y ahí estás tú, preguntando el dichoso código postal a alguien que a veces es una persona borde y que te ha tratado fatal. Por obligación. 

A priori, parece fácil contestar a esa pregunta. No requiere gran imaginación, pero en la práctica, es rara la vez que te responden directamente. 

La respuesta más habitual es "¿cuál, el mío?" y lo que yo pienso en ese momento es "no, el de tu prima". La segunda respuesta más habitual es "¿para qué?". Aquí mis pensamientos van desde la opción "para enviarte a un androide asesino" que es una tentación cuando hablas con un borde, a "para hacer un sorteo de un jamón", más inofensiva. Todo esto queda en un pensamiento, claro. 

Y después de las respuestas más típicas, hay otras que son simplemente delirantes, como lo que yo llamo el círculo vicioso. Esta anécdota me ocurrió hace ya tiempo y ocurrió así: 

-¿Me puede decir su código postal, por favor?
-¿De donde vivo o de donde llamo?
-De donde nos llama.
-De Madrid. 
Silencio expectante... 
-¿Pero me podría decir su código postal...?
-¿De donde vivo o de donde llamo?
- Déjelo. 

Así podríamos haber estado una hora. 


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